25 ene 2010

Clase Mediocre

Más repercusiones de mi viaje al Uy, pero en este caso es sobre los de este lado. Paso a contarles.

Volví el lunes 5 am en Buquebus, primer viaje en esa empresa. En uno de esos barcos super grandes, con mil asientos y bodega para autos abajo. Hagamos un análisis precario del público con el cual iba a compartir viaje –generalizando apenas un poco-: argentinos de clase media alta que veranean su gran mayoría en punta o en lugares similares. Aclaro que yo mismo me considero de clase media alta y vengo de veranear en la costa uruguaya, no me voy a andar haciendo el espectador externo.

Primer apreciación: la gente llega una hora antes y hace una cola de unas 100 personas para entrar al barco. O sea, 40 minutos parados al lado de unas butacas comodísimas movidos por la desesperación de sacar algún tipo de ventaja sobre el resto (tal vez una ventanilla, aunque esas se agotan con los primeros 40 pasajeros, los demás... ahí entra la irracionalidad del estúpido medio de este grupete con el cual me tocó compartir barco). Y ya empezamos a vislumbrar algo: el chiquitaje sobre el resto de los pasajeros (vistos como algún tipo de enemigos) es una constante en el viaje, casi el objetivo del mismo para la mayoría. Hasta hacen la cola los que van a primera clase! Vamos a lo básico: ¿para qué pagás primera clase por un viaje de 3 horas? Bueno, allá ellos y sus cuentas, ¿pero además hacer la cola para un entrar a un lugar donde sobran las butacas y los espacios? GIL.

Segunda apreciación: la voz de Dios en el barco nos dice por los altoparlantes que la empresa –tan atenta siempre- ofrecerá de forma gratuita un desayuno por persona con sólo mostrar el ticket del pasaje. También nos dice que se puede retirar por el buffet de forma ordenada. Automáticamente los pasillos se abarrotan de gente, como si todos estuvieran tan hambrientos a las 5 de la mañana como para no poder esperar unos minutos. No. Tienen que agolparse, ponerse delante de otros que van a por lo mismo, obtener su mísero café y 2 medialunas antes que el vecino de asiento, y por sobre todo aprovechar algo gratis! Claro que sí, su mediocridad es tal que cualquier cosa que le digan “sin cargo” despierta el instinto animal que lo lleva a correr hacia la presa como si se fueran a acabar el café o las medialunas. Y es media hora de colas, miradas de desprecio por el que pareciera que está en el lugar que no le corresponde para obtener un café de mierda, pero GRATIS. Pensemos hasta qué punto esta mediocridad roza lo enfermizo: todo su ser se exalta ante lo aparentemente gratis –es gente que pagó unos $200 por viajar, y que hubiera viajado exactamente igual si le hubieran cobrado $220 o $180, pero que desespera y sus hormonas se revolucionan, casi con pulsiones eróticas, por un café y medialunas que rondarán los $3… si eso no es mediocridad en su máxima expresión, entonces qué. Media hora después no hay nadie haciendo la cola, el buffet está vacío y las medialunas se amontonan. Ya todos se mueven incómodos en sus asientos habiendo renunciado a dormir durante la primer hora de viaje –cuando no se ve nada por las ventanillas que lograron gracias a su enorme capacidad para hacer colas- por haber ingerido el café gratis.

Tercera apreciación, tercera cola, tercer amontonamiento de estúpidos: cerca de llegar Dios a través nuevamente de los altoparlantes nos dice “pasajeros que viajan sin vehículos manténganse en sus asientos, sólo quienes viajen con vehículos deberán bajar a la bodega”. Cuando uno, que hace caso a Dios, quiere bajar, se encuentra con una escalera completamente abarrotada que no se mueve por la cantidad de gente. Sacando una cuenta rápida, por la cantidad de autos que entran en la bodega y suponiendo que todos están colmados en su capacidad, el 70% de los que están generando el embotellamiento viaja sin vehículo. Ese 70%, son decenas de estúpidos que buscan agolparse en la entrada para bajar antes que otros, antes que el enemigo representado en los demás pasajeros. Y no les interesa que uno diga “permiso, tengo que buscar el auto”… no, somos enemigos, hay que bajar primero, en eso se nos va la vida, primeros en todo, que los demás queden atrás, la ventanilla, el café, la salida, para después estar horas sin nada que hacer pues el enemigo ha desaparecido al bajar del barco.

Cuarta apreciación: la mediocridad y la estupidez no es exclusividad de los pasajeros a pie. No señor. Una vez abajo, en la bodega, es la misma carrera por salir primeros. El tipo que se adelanta, se mete en la fila de los autos de al lado desoyendo los gritos del chabón que ordena los autos de que pare, para salir primero del barco. CAPO!! GROSSO!! Nos dejaste a todos nosotros –estúpidos- atrás, en la bodega cuando vos ya podés pasar por la revisión de la aduana! gracias a eso que te levanta la moral hoy la ponés!

Apreciaciones atemporales complementarias: el barco está lleno de minas otrora castañas devenidas en rubias, tetas hechas y grandes lentes, y estúpidos en impostadísima pose de “no me importa nada”. Estás viajando para tu casa, pegate una joguineta no seas gil. Pero no, todo es pose continua, todo es miradita de sex symbol, todo es demostración para el afuera. en definitiva, una manga de mediocres impresentables. Pobre gente.

20 ene 2010

Livin´ la vida Conaprole

Vengo de pasar casi 20 días en Uruguay, mi más longeva estadía en el exterior hasta el momento. Esto me permitió analizar y comparar varias cosas con el vecino país, y probar muchas cosas de allá. Claro que algunas cosas que pensé durante mi estadía en aquellas tierras repletas de lomas pueden llegar a parecer medianamente relevantes para alguien, pero sin embargo tengo ganas de contarles algo que carece de total importancia.

Lo que más me llamó la atención y una de las cosas que más disfruté de aquel lado del río fue la calidad de la comida. Si, dale, tengo alma de gordo -siempre fue así. Les hago un pequeño conteo de lo más distinguido

*El pan: no sé si El Pan –con mayúsculas-, al menos UN pan que compramos nosotros religiosamente todas las mañanas que nos fue vendido bajo el nombre de “catalán”. Maaaamita qué pan!! Puedo decir sin temor a equivocarme que fue el pan más rico que comí en mi vida. El Lovo hacía muy buen pan, el Fargo lidera en lo suyo, pero estos catalanes te sacaban una sonrisa con solo probar un bocado. Claro que después de ese bocado te comías un kilo y medio y bueno… vean la panza.


*Las salchichas. Antes de explicar el porqué de su inclusión debo aclarar que arrancamos con un problema. Porque resulta que los charrúas (no se si todos, hablo de lo que me tocó conocer allá en estos días) les dicen –a mi entender cometiendo un error aparentemente menor, casquivano, pero que irremediable lleva a la debacle de una civilización- “panchos” a las salchichas. ¿y a los panchos? Bueno, “panchos” también. Eso genera algún que otro tipo de confusión con nuestros coterráneos que allí quieran hacerse de un pancho, pero la zafa. Yo me pregunto, ¿al chorizo le dirán “choripán”? ¿A la milanesa “napolitana”?¿al jamón “tostado”? no lo sé pero no creo.
Ahora las salchichas. Bueno, son tan tan buenas que el Estado Nacional Peronista debería castrar a los insoportables perritos de Vienísima para que no reproduzcan más salchichas con gusto a nada e inundar el mercado local con las salchichas yoruguas. El sabor es incomparable.

*Choclos. Es bien sabido por el público en general que cualquier choclo sabe mucho mucho mejor cuando se lo come en la playa. Pero estos choclos eran buenos hasta para comerlos en el sillón mirando al gordo Recondo en Mar del Plata. Sencillamente fantásticos los choclos uruguayos.

*La cerveza. No es comida, pero alimenta el alma así que vale. Ya laurelié (qué? Ahora no puedo inventar términos en mi propio blog? Es tirar laureles: laurelear) a la Pilsen y lo seguiré haciendo hasta que mi hígado tome la forma de la cara de Romay. Es de-li-cio-sa. La Patricia también está buena, varios pasos más atrás, pero es rica también.

*Conaprole, y acá llego al centro de mi relato. Cooperativa Nacional de Productores Lecheros. No sé si seguirá siendo cooperativa, seguramente ya está en manos de perversos capitales foráneos, con sus finanzas comandadas por estúpidos engominados que salen en la revista Fortuna catalogados como CEO (qué será más detestable, ¿el término y el cargo?), pero no me gusta por su nombre trotsko-leninista. TODO lo que probé de Conaprole me pareció increíble de bueno. ¡Pura calidad y sabor, Teté! Algunos casos
1-Colet. Es como una archi recontra Cíndor, con mucho más sabor, más espesa, más todo. Me imagino que la propaganda sería un productor lechero cooperativo diciéndole a la caja vengadora “sabés cuánta Colet te hace falta?” y PUM! Un rebencazo.
2-Helados. Grossos. El “sándwich”, que consta de una casata aprisionada entre dos obleas muy finas casi como las tapas del turrón arcor (el rojo de siempre), fue el hit de mi verano. Probé de otra marca y fue como por un segundo ser de All Boys: una tristeza…
3-Manteca. Con o sin sal, las dos un espectáculo y una gran, enorme, gigante combinación con los panes catalanes
4-el queso sándwich (aparentemente el CEO de la empresa prioriza la lógica mundana de la practicidad de los productos al nombrarlos por sobre la no repetición de nombres) te alegra la media tarde así de fácil. Por algo todas las fiambrerías de La Paloma estaban a todo culo. ((un detalle; una piba –aunque ya no tan pequeña, se notaba su falta de experiencia en eso de arreglarselás un poco con la vida, salir a la calle, hacerse un sándwich, etc- le pide a la mina de la fiambrería que le corte en fetas queso cremoso, a lo cual no pude evitar –después de la obvia negativa de la empleada- la carcajada y el comentario sínico, con lo que me gané una pequeña cara de odio. Boludaaaa salí del tupper!))


Tengo que aclarar también que no todo es sabor a lasaña en la tierra de los orientales: las facturas (de nuevo, el problema de la duplicación de nombres para un mismo producto, allá les dicen “bizcochos”, al igual que a los… si, bizcochos) no son para naaada buenas. Eso que a mí con meterle crema pastelera a una galletita mediatarde me comprás, pero en eso le pifiaron.

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