24 ene 2011

como en Moebius?

como cada mañana, caminé las 10 o 12 cuadras que separan mi actual y provisorio hogar en la calle Gándara de Incas. es un trayecto que me sienta muy bien: el barrio es hermoso, súper tranquilo, muchos árboles, pocos autos, y caminar por ahí la verdad me re cabe.

una mañana normal, medio nublado. bajé al subte, saqué mi libro y me metí de lleno en él. hace un par de días empecé a leer por primera vez una novela de Banana Yoshimoto (Kitchen) y estoy atrapadísimo. ayer mismo, salí del subte y camino al trabajo no deje de leer, lo que me llevó a tener varios choques con los demás transeúntes y casi casi con un poste. qué bueno es encontrar un libro que no te deja dejarlo, que querés que el bondi se frene en un semáforo en verde para poder terminar el capítulo antes de llegar a tu parada. bueno, eso me está pasando con Kitchen.



así que estaba allá, en Tokio, hasta que llegó la estación Florida y me tuve que bajar. cuando salgo del subte -medio allá, en el Japón, todavía- me encuentro con una supertormenta nutrida de litros y litros de agua y algo que me descolocó: las nubes estaban tan cerradas, tan apiñadas ahí arriba, que era casi de noche. se habían prendido las luces del alumbrado público, hacía frío, el cielo negro. hasta me llevó a pensar cuánto tiempo había pasado yo en aquel subte, como salido de un cuento de H.G.Wells o Socorro!. y lo más extraño era que el cuerpo no entendía que estuviera yendo para el trabajo y ni hablar que fueran las 9 de la mañana. me obligué a caminar para el laburo aunque la sensación que tenía es que estaba haciendo algo fuera de lugar, como ir a cursar un domingo o ir a la cancha cuando no hay partido.



la lluvia se iba poniendo más bien jodida y decidí refugiarme (a ver, estoy leyendo a Yoshimoto, una historia en Japón, en invierno. si no pongo el término Refugio todo esto es al pedo) en la entrada de un edifico, ya bien mojado. pero la tormenta era tan pero tan hija de puta que cambiaba de dirección continuamente, con lo cual consiguió mojarme de nuevo de frente. me fui hasta otro edificio, que cubría ese flanco. cambio de viento y agua de nuevo.

como todo esto me sonaba a irremediable, me metí nomás abajo de la lluvia, a empaparme, pero cuidando que no se moje el libro. llegué al trabajo con la misma sensación de estar llegando a las 8 de la noche, al trabajo o a Japón, pasé por el baño a escurrir la camisa y vi que el libro estaba intacto. Mikage sigue haciendo equilibrio en el techo. ufff, qué noche, Teté!

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