16 jun 2011

el sueño que se perdió en un bondi sucio promediando una noche de verano

Mirando desde mi balcón las transeúntes. dice mi ya viejo amigo Drexler. y déjenme que me vaya un poco de lo que voy a contar y les comente brevemente algo. cada vez que pienso en Drexler me acuerdo del minicomponente -mirá el término que metí- SANYO donde incansable giraba Frontera, en Regina o en Madryn. y también me acuerdo del viaje Las Grutas-El Cóndor en medio de una omnipotente tormenta de arena a bordo del Golf escuchando "yo no sé de dónde soy, mi casa está en la frontera". es que lo hicimos tanto de goma a ese disco...

no entendieron nada.

pero siguiendo con el balcón. no tengo balcón. es sabido, porque de lo contrario estaríamos en este momento ahí, tomando una fresca o haciendo un asado.

lo que si tengo desde hace años es un deseo, un anhelo para el futuro. TODOS tenemos, lo reconozcamos o no, algún sueño grasún. sisisi, no digan que no, ese sueño un tanto patético que no andan gritando por las esquinas pero que cosquillea cada tanto.



bueno, el mío es el siguiente y me ataca como una energía visceral cada vez que paso por una esquina donde hay una casa antigua con un balcón en el primer piso, que da justo a la bocacalle. de esos que son todo de material, hasta la baranda de cemento tienen, y dan a una puerta de madera con ventanas finas y largas. ¿ubican qué tipo de balcón les digo? bueno, esos.


y en ese momento se me hace muy difícil esquivar mi sueño reprimido sandrocachocastañesco (upa... mirá el ejemplo que di, uno fiambre y el otro pata de cerdo):

me veo en algún futuro levantarme de la cama a media mañana, ponerme mi bata de seda roja, servirme un whisky con dos hielos del frigobar, mirar desde cierta distancia la cama, donde duermen todavía las dos morochas que pasaron la noche conmigo, con la boluptuocidad de sus pechos y la felicidad que emana de su juventud, y, agitando los hielos en el vaso, salgo al balcón a disfrutar del paisaje urbano.




(yo les avisé que era medio patético)


ese es mi sueño y la relación con los sueños es medio jodida, lo sabemos. uno anhela, aspira a... y después las cosas pueden salir o no. y yo me doy cuenta que ya ese sueño, así como lo forja mi mente ya no va a poder suceder. se me escurre de las manos, se pierde cruzando la frontera de mi alcance, es imposible: odio el whisky.



y ya que me estoy confesando, les explico de dónde viene mi odio a esta bebida. Madre, tapate los ojos porque no sé si quieras leer lo que voy a decir.


a los 10 años -uh... ya empezó para atrás la historia: whisky+10 años, pero levanta-. bueno, a los 10 años yo era un enano agrandado. por suerte a los 16 todo cambió: di un pequeño estirón y me convertí en un pibe-de-estatura-mediana agrandado. condición que mantengo más o menos hasta la actualidad, salvo lo de "pibe", que se erosiona a pasos acelerados.


era el final de unas vacaciones en Isla Verde, Córdoba, donde íbamos a visitar a unos parientes para las fiestas. como me había hecho amigo de unos chicos del barrio me quedé unos días más, para alcanzar luego a mi flía en BA. así fue como a eso de las 2 de la matina me subí a un bondi lechero rumbo a la capital.



era el único que subía en ese pueblo y los que venían en el bondi ya estaban durmiendo. me acomodé y vino el "azafato" y me preguntó con un acento cordobés tan marcado que es imposible no acordarse: "querés algo? café o whisky?"........


claro, el enano jodón, un vivo bárbaro, le dice "si, un whisky jajaja"


a los 5 minutos el muy estúpido sube con un vaso lleno de whisky.



no sabía qué hacer, me lo dejó y volvió abajo. me quedé un rato largo con el vaso en la mano, pensando cómo zafar de la situación. otra vez eso de hacerme el vivarachón me había salido por la culata. en eso me dije "y bué, hay que afrontar la situación. ya somos grandes. probaremos, qué puede pasar, cuán feo puede ser?" y le metí un trago como uno acostumbra hacerlo a esa edad con las bebidas que tiene al alcance de la mano. inmediatamente me recorrío el cuerpo una oleada de asco tan profundo que llegué a convencerme de tener esa maldita bebida en cada terminal nerviosa de mi cuerpo. inmóvil quedé y así me mantuve durante un rato largo. recuerdo que llegué hasta a chupar uno de los hielos del vaso a ver si mejoraba un poco la situación. pero no. al rato vuelve el tipo este y dice -frase célebre- "sabés qué? no da para que estés tomando eso, así que mejor vení a tomarlo abajo así no me hacen quilombo".



me hice el duro, como que no daba para bajar, me estaba ofendiendo no dejándome tranquilo con mi whisky, y le devolví el vaso.


el asco del momento tardó mucho tiempo en irse, pero el asco por el whisky no se me va más.


y así es... será que tengo que conformarme con mis iniciales bordadas en dorado sobre la seda roja.

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