2 jun 2011

once lauchas

Hu-mi-lla-ción.
Ahhh que feo eh! Pocas cosas más feas que la humillación, que sentirse poquita cosa, lo peor de lo más bajo. Horrible. Uno se pone hasta nervioso de pensar en la humillación. Propia y ajena.
Pienso rápidamente en escenas humillantes y me acuerdo de la primera vez que me peleé con un pibe (bueno, él peleó, yo recibí) en la escuelita de fútbol del Círculo Italiano. Recibí por todos lados y al otro día el chabón cayó, se me acercó delante de todos y dijo mientras me abrazaba “noo, ya está todo bien. Somos amigos ahora. O no rulo?”. Y yo qué iba a hacer? Que me pegara de nuevo? Me convertí rápidamente en laucha y tiré un “si, todo bien” con la cara llena de moretones.
El momento en que ya estás reducido a la nada y el otro hijo de puta encima te hunde un poco más demostrando que es Amo y Señor de la situación con un gesto de humildad o peor, conciliador. Ese momento exacto es el colmo de la humillación.

Y no es que hoy me levanté con ganas de contarle mis traumas infantiles –sobre todo porque no aprendí nada, y me siguieron golpeando muchas otras veces-, sino porque quería hacer un paralelo con algo actual.

Ayer jugó la selección. Bueno, “jugó” la “selección” (y hago así con las manos). Y les pegaron una paliza tan grande… ---si, leyeron bien, no puse “nos pegaron… bla”. Alemania nos pegó un baile en el mundial, yo sí era parte de eso. De esta selección Grondo-Batistista no. Entonces: Les pegaron---.
El rival fue nada más y nada menos que Nigeria. Y era deprimente ver 11 tipos con unas remeras albicelestes parados ahí sobre el pasto, ocupando lugar, rogando porque todo eso terminara cuanto antes. Claro, no estaba El Diego para gritarles desde el banco.
Nigeria dominó el partido de principio a fin, como no podía ser de otra manera, e hizo 4 goles contra 0 de la “selección”. E hicieron 4 porque no tenían ganas de hacer 17.
Sobre el final del partido era tal el cachetazo futbolístico propinado por la selección africana que cualquiera que haya pisado alguna vez una cancha hubiera bajado la persiana y terminado el partido cuanto antes. Porque los bailes no divierten a nadie. Pero el buen referí, ávido de ofrecer unas migajas al vagabundo, no lo quería terminar. Incluso los relatores, que suelen defender lo indefendible, rogaban por la finalización del partido que se extendía inútilmente. Minuto 92, 93, 96… y seguía. Algunos jugadores argentinos le decían al juez que hiciera lo que debía, pero él tenía otro plan.
El primer acercamiento –no se puede decir que fuera un ataque- de los argentinos al área de Nigeria terminó con un defensor parando la pelota con los muslos, cosa muy normal, y despeje. Y acá se efectiviza la humillación. Se hace carne la cachetada amistosa del patrón después del látigo. Hunde con un gesto a una institución que supo estar en lo más alto a nivel mundial y cuyos jugadores son la envidia de cualquiera.
PENAL
¡¿cómo?! Si, penal para Argentina. Bosseli patea al medio, gol de Argentina, final del partido. 4 a 1.
El tipo estiró el partido esperando alguna situación para regalar un penal para que el invitado no se fuera del continente con cero goles a favor y cuatro en contra.

Eso sí que es reducirte a laucha.






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar! Alláh te bendiga, amigo mío.