16 feb 2009

Chupate esta mandarina, Gauss!

El otro día estábamos con unas gentes a la mesa jugando una pobrísima generala. en determinado momento uno de los jugadores necesita sacar sí o sí par de seis en una tirada. alguien hizo el comentario sobre las escasas posibilidades que tenía; probabilidad de sacar un seis 1/6, de sacar los dos simultáneamente 1/36. al final sucedió lo que debía, salió un seis y un tres, o sea uno de los 35 posibles escenarios negativos.


Apréndelo ahora que eres joven: las probabilidades mandan.

Sin embargo, todos nosotros -incluido Ud., amigo mío- tenemos en nuestro haber la más grande victoria contra las probabilidades, la matemática y la lógica. nosotros nacimos y con eso fuimos en contra del mismísimo infinito (para vos, Paenza).

hagamos un cálculo hacia atrás y para acortarlo un poco tomemos como punto de partida la concepción. la unión óvulo-espermatozoide que creó a cada uno de nosotros es única, lo que quiero decir es que cualquier otro par hubiera tenido como resultado otra persona distinta. no sé ni cuántos dientes tengo, así que no pretendan que les diga las probabilidades de fertilización de cada par óvulo-espermatozoide, pero debe ser baja. no sólo eso, sólo dos personas a lo largo de toda la existencia de todo el mundo fueron capaces de provocar esa unión y sólo en un período determinado. una noche de diferencia y las posibilidades podrían ya reducirse a cero. ya la probabilidad de que nuestros padres no se conocieran -y al menos congeniaran- es altísima.

Pero lo mejor viene ahora: con nuestros padres pasó lo mismo, o sea que si hacemos el cálculo para atrás la probabilidad de concepción del antedicho par óvulo-espermatozoide se reduce geométricamente a medida que tomamos cada generación hacia atrás. con tomar 3 o 4 generaciones (hasta, por ejemplo, bisabuelos) nos da una probabilidad irrisoriamente pequeña.
además tendríamos que sumarle hechos históricos que hicieron todo lo posible para reducir ese número. probablemente el caso de muchos de Ustedes, amigos míos, sea como el mío, que tengo abuelos de distintas nacionalidades que se encontraron acá, hecho que nunca hubiera sucedido si no se tomaban -todos por separado- un barco al fin del mundo. más aún, provengo de gentes que sobrevivieron a todas las guerras y a las peores epidemias (la fiebre amarilla diezmó la población de Europa y sin embargo zafaron justo los necesarios para que esto siga).

Cualquier mínimo detalle cambiaba todo y no estaba yo (o Ud., amigo mío) acá. es como el borde más alto de una montaña (para no usar la violenta metáfora del filo de la navaja), cualquier viento te tira y ahí te viste, goma. imaginen un mundo de caminos uno al lado del otro que a medida que se avanza se bifurcan y sólo una de las infinitas bifurcaciones de uno de los infinitos caminos llega hasta acá. eso a qué nos lleva; infinitos escenarios negativos posibles y sólo uno positivo. o sea, las probabilidades de ocurrencia de un caso negativo tienden a 1 (100%), mientras que las del caso positivo tienden a 0. y sin embargo, con todas pero todas todas las de perder, ese casi cero se esgrimió insolente y se alzó victorioso al fin con nuestro nacimiento.

Así que pueden hablar mucho de probabilidades y números fríos, pero hubo un momento de cada uno de nosotros en el que les pasamos el trapo y se quedaron recalenchus. chiva, Gauss, chiva.

2 comentarios:

  1. la idea de imaginar a mis papas, y mucho mas a mis abuelos teniendo sexo es perturbadora..grrrr!!

    ResponderEliminar
  2. bueno... tampoco tenes porque imaginarte tooodas las cosas que tu abuela le hizo a tu abuelo. Y viceversa...

    ResponderEliminar

Gracias por comentar! Alláh te bendiga, amigo mío.